quinta-feira, 5 de setembro de 2013

Las calles recuperadas. Ciudades brasileñas: el mundial de fútbol y la crisis del modelo urbano

Por Paulo R. Rodrigues Soares
Publicado em Café de Las Ciudades
Plaza Tahrir, Wall Street, Plaza Mayor, Plaza Taksim, Praça Montevideo (Porto Alegre), y después São Paulo, Río de Janeiro, ¡Brasil! Las manifestaciones del mes de junio en las principales ciudades brasileñas hacen eco a los movimientos de masa que en los últimos años –especialmente tras la eclosión de la crisis financiera internacional del 2008– han retomado las plazas y calles de las principales metrópolis y ciudades en todos los continentes.
En América Latina, el 2013 brasileño sigue el camino de las protestas estudiantiles de Chile en 2012. De un movimiento iniciado por los estudiantes universitarios y de la secundaria en contra el elevado coste del transporte colectivo a una ola de reivindicaciones más amplias y de otros sectores de la sociedad. A las protestas callejeras se agregan aún las multitudinarias reuniones populares en torno al Papa Francisco en Río de Janeiro, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud Católica en el mes de julio. Y nuevamente la calle era de los brasileños.
Muchos análisis de lo que pasó en Brasil se están realizando. Especialmente porque el país es gobernado hace doce años por un partido de centro-izquierda con origen en los movimientos sindicales, sociales y políticos de reivindicación del final de la dictadura militar (1964-1985). Solo eso ya bastó para que algunos medios de comunicación apresurados proclamasen el ocaso de los gobiernos de izquierda en Brasil y Latinoamérica (despreciativamente llamados “populistas”), una tesis con la que no concordamos. Otros intelectuales de izquierdas (Chauí, 2013) infieren que la derecha utilizó las protestas como instrumento para desestabilizar el gobierno de centro-izquierda mirando las elecciones generales de 2014. Ya algunos académicos críticos (Alves, 2013) apuntan a la revuelta de la juventud, escolarizada pero con bajos salarios, contra el modelo de desarrollo consumista que vivimos y que no suministra servicios de salud y educación de calidad a la mayoría de la población. 
Nosotros en particular observamos en las protestas una señal de los límites del modelo “neodesarrollista” (o “neoliberalismo periférico”, como lo caracterizan los más críticos), de su incapacidad -manteniendo los actuales paradigmas de desarrollo- para atender a las demandas más preeminentes de la sociedad brasileña, especialmente con relación a la calidad de vida en sus ciudades. Concordamos así con el análisis de David Harvey (2012) sobre “las raíces urbanas de la crisis” y sus desdoblamientos políticos y sociales más amplios, especialmente la crítica al modelo de desarrollo capitalista vigente.
El objetivo de este artículo es realizar un análisis de las protestas en Brasil teniendo por base la crisis urbana que vive en país en esta segunda década del siglo XXI. Pérdida de calidad de vida, carencia de infraestructuras, transporte público deficiente, atascos diarios en las grandes ciudades y escalada de violencia son algunos de los síntomas de la crisis que afecta las ciudades brasileñas, aunque en los últimos diez años la economía haya crecido y el país adquirió la condición de “potencia emergente” y de una de las más grandes economías mundiales.  
Una primera cuestión: algunos análisis, incluso internacionales, apuntan estas protestas como “inéditas” en la historia brasileña, llegando incluso a proclamar la consigna “el gigante despertó”.Una vez más consideramos apresurados tales juicios. Brasil tiene una larga tradición de movimientos de masas, por lo menos desde la década de 1960. Empezamos por las grandes movilizaciones por las “reformas de base” (fiscal, política, agraria y educacional) en 1963, la gran manifestación “de los 100 mil” en junio de 1968 en Río de Janeiro en plena dictadura militar, las luchas por la redemocratización del país a finales de la década de 1970, los meetings por elecciones directas para presidente (1983-1984) y las manifestaciones por elimpeachment del presidente Collor (1992), envuelto en denuncias de corrupción.
Que en los últimos años los movimientos sociales y populares no estén tan visiblemente actuantes tiene una explicación: desde el 2003 el país es gobernado por el Partido dos Trabalhadores (PT), el cual es “hijo” de las movilizaciones de la sociedad brasileña desde finales de la década de 1970. Muchos de los dirigentes de movimientos sociales o sindicales ocupan hoy día cargos en el gobierno federal, sin contar los gobiernos estatales y las innumerables “prefeituras” (gobiernos municipales) gobernadas por partidos de izquierda o centro-izquierda. Es decir, buena parte de los liderazgos de los movimientos sociales brasileños están ocupados en el desarrollo de políticas públicas y en la gestión del Estado.
Para nosotros son innegables los avances sociales de la última década; sin embargo, queda mucho que hacer, especialmente en relación en la gestión urbana. Coincidimos así con Herminia Maricato (2013), que apunta la desigualdad, la segregación, el boom inmobiliario y la prioridad para el automóvil como las principales causas para que las ciudades brasileñas se hubiesen convertido en “bombas socio-ecológicas”. Volvamos a nuestro análisis, por lo tanto.
Si a escala mundial las principales motivaciones de los movimientos sociales fueron la ausencia de democracia (países árabes) o las políticas de austeridad impuestas por la Troika (en el caso del sur de Europa), en Brasil la reivindicación inaugural de los movimientos populares fue la reducción (o eliminación) del coste de los transportes colectivos, el cual afecta fuertemente a estudiantes, trabajadores y trabajadoras que dependen de un servicio público mal organizado y precario, especialmente en las grandes metrópolis. Diariamente, millones de personas están atrapadas en nuestra (in)movilidad urbana, que alarga la jornada laboral y sustrae horas de cultura, formación profesional, calificación y ocio (por supuesto, también tenemos “el derecho a la pereza”). Y aunque algunas políticas sociales hayan logrado elevar la renta media de la población, Brasil se mantiene como un país de grandes desigualdades entre sus ciudadanos y con un gran número de pobres, de personas que dependen del transporte público para sus desplazamientos cotidianos.
Otras cuestiones han sido agregadas a las protestas brasileñas: la movilización contra los gastos públicos en la organización del Mundial de Fútbol de 2014, frente a las inmensas carencias en los servicios de salud, educación y seguridad, los problemas de corrupción en el Estado y la crisis de representatividad de los partidos políticos actuales, en general más interesados en atender a los intereses de grandes corporaciones o grupos de interés y mantener sus burocracias que en oír los clamores de la población. 
La visibilidad del país en ocasión de la Copa de las Confederaciones fue hábilmente aprovechada por los movimientos contestatarios, que utilizaron los momentos previos a los partidos para reunir millares de personas con sus diferentes banderas. Como estaban en Brasil un número considerable de periodistas de muchos países, con la intención de informar sobre los juegos, las protestas rápidamente fueron incluidas en las agendas periodísticas internacionales. Agréguese también la cercana venida del Papa a Brasil (el primer viaje internacional del primer pontífice latinoamericano), con lo que el país estaba en las cubiertas de los principales informativos mundiales. 
No trataremos aquí de los desarrollos políticos internos posteriores a los movimientos callejeros brasileños. Se trata de una cuestión de mucho interés para el público brasileño. En los límites de este artículo preferimos tratar de una crítica al modelo urbano que se está construyendo en Brasil en la última década. Se trata de un modelo (¿o sería un proyecto?) que todavía no ha logrado conciliar el crecimiento económico y la ligera distribución de la renta con el bienestar y la calidad de vida en las ciudades.
Entendemos así que los puntos críticos del nuevo modelo urbano brasileño son: (I) las políticas de movilidad basadas en el transporte individual, (II) la política de vivienda financiada por el Estado y regulada exclusivamente por el capital inmobiliario privado y (III) la atracción de los megaeventos(especialmente los deportivos) como “palanca” para los proyectos urbanos desarrollistas. Estos tres puntos entrelazados están produciendo ciudades más privadas, más fragmentadas, menos solidarias y de peor calidad de vida en Brasil. Todo lo contrario de lo que podríamos esperar de un efectivo proyecto de reforma social que debería estar siendo llevado a cabo por un frente de centro-izquierda en el gobierno del país.
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Protesta en Porto Alegre. Fuente: bloque de lucha por el transporte público
Las políticas de movilidad basadas en el transporte individual
La crisis de movilidad es resultante de la debilidad de las políticas de planificación e inversión en el transporte público y de una opción de crecimiento económico basada en el consumo de masas, en la construcción de viviendas y en la industria del automóvil. Un cuarto pilar de la economía brasileña es hoy la exportación de commodities (soja, etanol, hierro y otros minerales, celulosa) pero su análisis trasciende los propósitos de este artículo. 
La política de financiación e exención de impuestos para la adquisición de automóviles, sin las debidas inversiones en infraestructura urbana, llevó a la congestión de las vías de circulación de las grandes y medianas ciudades brasileñas. Es el problema de las políticas corporativas. Se incentiva solamente un sector industrial deseando que el mismo sea la locomotora de la economía. Las consecuencias son sentidas en mediano plazo: a la primera señal de extenuación del sector, la economía general entra en crisis. Se van los beneficios, quedan los perjuicios (atascos, contaminación, accidentes).
En cuanto al transporte público las medidas gubernamentales propuestas tras las protestas son eficaces solamente en el corto plazo. Se combaten los resultados, pero no la raíz de los problemas. Hasta ahora la única propuesta del gobierno es la exención de impuestos para las empresas de transporte colectivo. Los precios de los billetes se abarataron un diez por ciento, pero ello no será la solución del problema en el largo plazo. Los mismos empresarios rentistas que ganan con la desorganización del sistema y de las líneas y con la extensión de las mallas urbanas hacia periferias cada vez más lejanas, continuarán gestionando el transporte público en las ciudades. Es notable la fuerte relación entre las empresas privadas de transporte público y un gran número de ediles municipales en todas las ciudades. Por ejemplo, los datos de financiación de las campañas electorales municipales ponen a las empresas de transporte entre las mayores contribuyentes.
Más que la simple disminución de precios, es necesario promover una amplia discusión sobre la política nacional de movilidad urbana, con fuerte inversión en el transporte público, promoviendo la diversidad de modos de desplazamiento en las ciudades, desde los individuales y sostenibles (la bicicleta, por ejemplo) hasta los más modernos y que exigen grandes inversiones (VLTs -Veículos Leves sobre Trilhos, trenes livianos- y metropolitanos).A modo de ejemplo, en São Paulo los atascos sobrepasan diariamente los 100 kilómetros en sus principales avenidas. Mientras tanto, su red de transporte subterráneo (así como la de Río de Janeiro) es una de las más modestas del mundo entre las ciudades de su porte. A título de comparación, el Metro de São Paulo posee 74 kilómetros de extensión y el de Rio de Janeiro 40,5 kilómetros, mientras que el de Santiago de Chile cuenta con 103 kilómetros de líneas y el de la Ciudad de México posee 266 kilómetros de extensión.
Sin embargo, la cuestión es mucho más amplia: se hace necesario entender la movilidad en la sociedad urbana contemporánea. Nuestras ciudades, de planeamiento heredado del periodo de la urbanización fordista, necesitan de otra comprensión de la planificación y la movilidad. Y esta debe empezar por un conjunto de preguntas: ¿qué es la movilidad hoy? ¿Quién se mueve en nuestras ciudades? ¿Por qué nos movemos?
Las desregulaciones del capitalismo flexible y de la “modernidad líquida” colocan las personas en un estadio de constante “movilización general”. Hoy en día todos se mueven en diferentes horarios, sentidos y direcciones. Junto a ello, la producción de la metrópolis y de la ciudad postmoderna, más extensa, más fragmentada y policéntrica, ha provocado una ruptura de los patrones tradicionales de movilidad. Empero, continuamos aferrados a viejos paradigmas de ciudad. Por ello es necesario repensar la movilidad en sus dimensiones económicas, políticas y culturales. Las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información deben ser utilizadas para promover la planificación inteligente de la circulación urbana. Las redes sociales-técnicas deben ser utilizadas para la planificación y la gestión participativa de la movilidad, lo que puede ser realizado en tiempo real en los momentos de crisis general del sistema. Este es el camino: participación y democratización de las políticas de transporte público y de movilidad urbana.
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 São Paulo. Fuente: Marcelo Mano/G-1
La política de vivienda regulada por el capital privado
La expansión de la industria de la construcción se da por la disponibilidad de crédito y de un amplio programa de producción de viviendas (el Programa Minha Casa Minha Vida - MCMV). Sin embargo, este programa habitacional ha dejado de ser una política de Estado para convertirse en una fuente de acumulación de plusvalías privadas. El Estado distribuye recursos a los promotores y constructoras privadas, que construyen cómo y dónde quieren. Los proyectos son aprobados a la carta para los inversores privados, facilitados por municipalidades muy interesadas en los resultados de las inversiones que atraerán habitantes y generarán empleos e impuestos para sus arcas.
El modelo de producto inmobiliario hegemónico combina verticalización en los sectores de densidad más grande con la expansión de las periferias a partir de dos patrones: el de bajo status de los grandes conjuntos de viviendas populares y el de alto status de las comunidades cerradas. Pero son los ricos los que se apropian de las infraestructuras de circulación, ya que las comunidades cerradas normalmente se ubican en áreas de mejor accesibilidad en términos de vías de circulación. Y cuando esta accesibilidad no esté disponible, el Estado trata de producirla. Mientras tanto, los pobres se localizan en las periferias más distantes y aisladas, sin seguridad, sin infraestructuras y dependientes de servicios públicos precarios para su desplazamiento hacia los lugares de trabajo o para la atención a su salud y su educación.
Las ciudades brasileñas se están extendiendo como en el antiguo modelo del período desarrollista (1950-1980). Resultado: densificación nociva de las áreas más centrales, periferias extensas, homogéneas y segregadas (ricos en las “nuevas periferias”, pobres en la “hiperperiferia“), ciudades con menos cohesión espacial y más fragmentadas socialmente. La densificación de los centros y la extensión de los perímetros urbanos encarecen las infraestructuras urbanas e incide justamente en la cuestión de la movilidad. Ciudades más extensas exigen más estructuras y más tiempo de desplazamientos. Como no hay inversión en el sistema público, quien tiene condiciones busca la solución privada y la crisis estalla. 
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Rio de Janeiro. Fuente: Agencia Brasil
Los megaeventos deportivos llegan a Brasil
Frente a todos los problemas urbanos generados por el modelo de desarrollo, tenemos los megaeventos deportivos, el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Con ellos, la utilización de fondos públicos, sea en la forma de inversión directa, sea en las exenciones fiscales a los grandes grupos económicos y corporaciones involucrados (constructoras, patrocinadores, corporaciones deportivas – FIFA y COI). Estadios de fútbol e instalaciones deportivas suntuosas se construyen con diferentes formas de financiación pública (entre ellas préstamos a bajas tasas de interés). Obras de infraestructura urbana cercanas a los recintos de los juegos (re)valorizan sectores de las ciudades, permitiendo la apropiación de las rentas diferenciales urbanas por el capital inmobiliario. Los precios de los inmuebles han estallado en Brasil, especialmente en las ciudades sedes del Mundial y de los Juegos Olímpicos (Río de Janeiro). Hay temores de una burbuja inmobiliaria tras la realización de los juegos.
Asimismo, tenemos los impactos perversos de la desagregación de las comunidades por los desalojos y remociones de viviendas, algunos llamados eufemísticamente por los gobiernos de “desplazamientos involuntarios”, los cuales afectan a las poblaciones pobres de los sectores urbanos más valorizados por las obras del Mundial. 
Dichas remociones se hacen en nombre del “interés general” de la ciudad por las obras relacionada al megaevento. Sin embargo, es indudable que los gobiernos locales se están aprovechando de los megaeventos como aceleradores de proyectos de infraestructura, así como para realizar alteraciones y relajamiento de los marcos reguladores de la producción del espacio urbano (planos directores urbanos, leyes de zonificación urbana, instrumentos urbanísticos). Se añade aún las políticas de “higienización” de las ciudades, de ordenamiento controlado de los espacios públicos, convertidos en espacios de vigilancia y control permanente, y la militarización de la cuestión urbana realizada por los gobiernos estatales (en Brasil, las policías son vinculadas a los gobiernos estatales), con apoyo de los gobiernos federal y locales.
La “pacificación” de las ciudades brasileñas, especialmente de Río de Janeiro, es apuntada como una forma de garantizar el avance del capital inmobiliario para sectores de la ciudad dominados por la ilegalidad. Ya ha sido constatada la valorización inmobiliaria de las favelas tras la “pacificación”. Nuevos negocios inmobiliarios, turismo internacional “políticamente correcto”, sucursales bancarias, entre otros, llegan a las favelas junto con la presencia permanente de la policía. Sin embargo, se critica que la pacificación abarca solamente las favelas situadas en sectores más valorizados de la ciudad o sectores cercanos a los juegos del mundial y olímpicos. A modo de ejemplo, el Censo Demográfico del 2010 identificó 1.071 favelas en el municipio de Río de Janeiro, mientras que el número de Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) es de treinta y tres. Además, estas están ubicadas en favelas emblemáticas (por ejemplo Vidigal, Rocinha, Morro do Alemão, Mangueira, Salgueiro, Cidade de Deus), sea por su proximidad a los barrios de la élite, por su función en la economía turística o incluso mismo por el impacto mediático para el gobierno.
Todo ello permite el proceso de privatización del territorio impuesto por las corporaciones deportivas(FIFA y COI). Lo llamamos privatización del territorio porque las intervenciones ordenadas por dichas corporaciones van más allá del espacio de las arenas deportivas (estadios, gimnasios, pabellones). Abarcan el entorno de los estadios, los espacios públicos colindantes, las vías de circulación de equipos y turistas. En estas áreas, la publicidad permitida será solamente la de los de los patrocinadores de los eventos, excluyendo anuncios de productos de la competencia que ya estén en el paisaje urbano. Es decir, durante los eventos prácticamente toda la ciudad estará bajo el control de las organizaciones privadas.
Sin embargo, dichas políticas están de acuerdo con las “cartas de encargos” firmados entre los gobiernos y las corporaciones organizadoras de los juegos. En estas están apuntadas las obligaciones que los diferentes niveles de gobierno tienen para la realización de los juegos. Además, la “Ley General de la Copa”, aprobada por el Congreso Brasileño en 2012, garantiza amplios poderes en términos de seguridad y control del espacio, además de exenciones fiscales e inmunidad diplomática a los staffs de las corporaciones deportivas, en una clara señal de renuncia de la soberanía del país para tener el “derecho” a ser sede del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos.
Se trata, por lo tanto, de una legislación de excepción aprobada bajo la amenaza al país de “perder los eventos” y su “ventana de oportunidades” de negocios e inversiones. Sin embargo, las tendencias de la gestión de las ciudades, con base en los principios de la “ciudad-empresa”, se presentan como dominantes en diferentes matices políticos: incluso el gobierno de la ciudad de São Paulo, nuevamente gobernada por el Partido de los Trabajadores, se somete a la lógica de los megaeventos y se lanza en la disputa por la sede de la Expo 2020. Dicha exposición, en caso que sea confirmada São Paulo como sede, abrirá un nuevo frente de expansión inmobiliaria en la región noroeste de la ciudad, con la construcción del centro de convenciones (recinto de la exposición) y la “recuperación urbanística” del área, lo que significa más proyectos inmobiliarios y más especulación urbana.
Y todos estos procesos se realizan con poca o ninguna transparencia, con total ausencia de democracia local, aunque los marcos legales brasileños, especialmente el Estatuto da Cidade, prevén la función social de la propiedad urbana, la participación popular en la toma de decisiones y la gestión democrática de la ciudad.
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Porto Alegre. Fuente: tarifazero.org
 La ciudad de Porto Alegre
Un caso particular es el de la ciudad de Porto Alegre, ciudad con una larga y aguerrida tradición de luchas sociales y democracia participativa. Porto Alegre desarrolló a lo largo de la década de 1990 el “presupuesto participativo”, que se convirtió en icono de cambio de las prioridades urbanas a favor de la mayoría de la población, de las capas más pobres. La ciudad fue reconocida en todo el mundo como “capital de la democracia participativa“. Fue Porto Alegre la ciudad que albergó el Foro Social Mundial en sus primeras ediciones y ahí se generó un “modelo Porto Alegre” de participación popular. Sin embargo, desde 2005, el cambio en las fuerzas políticas en el gobierno de la ciudad han llevado la ciudad de Porto Alegre por el camino de un nuevo modelo de desarrollo urbano, totalmente anclado en la expansión de los negocios inmobiliarios, algunos de los cuales consisten en megaproyectos.
Hoy en día, diversos grandes proyectos de desarrollo inmobiliario se producen en Porto Alegre alterando su paisaje urbano. Son proyectos que abren nuevos frentes de valorización de la ciudad, “gentrifican” barrios tradicionales y expanden la periferia de la ciudad. El gobierno municipal está actuando como facilitador de estas promociones, aprobando sus proyectos sin restricciones. En la región sur de la ciudad, dos tipos de inversiones caracterizan la nueva periferia urbana: los grandes proyectos de comunidades cerradas y los conjuntos habitacionales populares. Estos dos tipos de implantación urbana no se conectan, formando una periferia todavía más segregada. Por otra parte, las obras para el mundial de fútbol viabilizan nuevos frentes para el capital inmobiliario. Tanto el Estadio Beira-rio (del Sport Club Internacional, el estadio del mundial), como la nueva Arena del Gremio Portoalegrense atrajeron proyectos inmobiliarios para su entorno.
Los nuevos polos de inversión inmobiliaria y las obras del mundial aceleraron los desalojos y la remoción de comunidades tradicionales, lo que está se produciendo sin la debida participación de la comunidad. Tampoco las nuevas viviendas suministradas por la Prefeitura atienden a las necesidades de la población afectada.
Pero los cambios no se limitan a la producción de viviendas. Igualmente se observan grandes intervenciones en los espacios públicos de la ciudad, las cuales se realizan a partir de la cesión de espacios públicos a empresas privadas que pasan a gestionar los espacios a cambio de publicidad. También se viene actuando en el sentido de “disciplinar” la vida urbana, especialmente en los barrios de vida nocturna, afectando fuertemente la juventud de la ciudad que se siente cercenada de sus canales de expresión.
Como resultado, la oposición al “nuevo modelo urbano” de “ciudad-empresa” está creciendo en los últimos años, tras un largo período de inactividad de las movilizaciones sociales en la ciudad. Todavía soniniciativas independientes, fragmentadas, divergentes muchas veces, pero que en este momento han logrado conciliar sus intereses en la oposición contra este nuevo proyecto de ciudad que se impone. Se trata de movimientos por la movilidad urbana, por la ocupación pública de los espacios públicos, en contra la sociedad de control, movimientos ecológicos y por la calidad de vida en los barrios, así como movimientos populares por la vivienda que se (re)encontraron en la Plaza Montevideo en una nueva y amplia coalición de fuerzas políticas e sociales.
El futuro nos dirá si esta nueva corriente será capaz de revertir las tendencias de privatización de la ciudad y de sumisión de la gestión urbana a los intereses de corporaciones y grupos privados. En definitiva, elrisorgimento de los movimientos de masa en Brasil es, especialmente, un levantamiento por el derecho a la ciudad, por el derecho de participar y decidir en la elaboración, discusión e implantación de las políticas urbanas. Por el derecho a vivir en ciudades construidas por el interés público y no por los intereses privados.   
Finalizamos con David Harvey y su conclusión del artículo “El derecho a la ciudad” (2008): “Dar un paso adelante para unificar estas luchas supone adoptar el derecho a la ciudad como eslogan práctico e ideal político, porque el mismo plantea la cuestión de quién domina la conexión necesaria entre urbanización y producción y utilización del excedente. La democratización de ese derecho y la construcción de un amplio movimiento social para hacerlo realidad son imprescindibles si los desposeídos han de recuperar el control sobre la ciudad del que durante tanto tiempo han estado privados, y desean instituir nuevos modos de urbanización. Lefebvre tenía razón en insistir en que la revolución tiene que ser urbana, en el más amplio sentido de este término, o no será”.
PRRS 
El autor es Profesor del Departamento de Geografía de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul e Investigador del Observatório das Metrópoles – Núcleo Porto Alegre.
Sobre los movimientos sociales del pasado mes de junio en las ciudades brasileñas y en otros países, ver también la presentación del número 129 de café de las ciudades y las notas:
Número 129 | Política de las ciudades (II)En la ciudad y por la ciudad | De Estambul a Río, se reclama por los derechos urbanos | Marcelo Corti
Número 129 | Política y Economía de las ciudades 
La fiesta de la FIFA | Los ganadores se quedan con todo, los pobres contribuyen… | José Luis Lezama
Número 129 | Política de las ciudades (I)Ciudad Maravillosa, Ciudad Olímpica, Ciudad Negocio | Megaeventos, transformación urbana y capital inmobiliario | Guadalupe Granero Realini 
Y sobre el Estatuto da Cidade:
Número 1 | Entrevista“La misión del urbanismo es redistribuir riqueza y enfrentar la exclusión” El Estatuto de las Ciudades, el Plan Director de San Pablo, y los nuevos instrumentos del urbanismo brasileño. | Raquel Rolnik
Ver también Grandes Proyectos Urbanos. Miradas críticas sobre la experiencia argentina y brasileña, de Beatriz Cuenya, Pedro Novais y Carlos Vainer (compiladores), 2012, editado por café de las ciudades. 
Bibliografía:
ALVES, G. A revolta do precariado no Brasil. Blog da Boitempo. 24 de junho de 2013.
Chauí, M. O inferno urbano e a política do favor, tutela e cooptação. Revista Teoria e Debate. Nº 113. São Paulo: junho/2013.
HARVEY, D. El derecho a la ciudad. New Left Review, nº 53. Diciembre 2008, p. 23-39.
HARVEY, D. Las raíces urbanas de las crisis financieras: reclamar la ciudad para la lucha anticapitalista. In Belil, M., Borja, J. y Corti, M (Eds.) Ciudades: una ecuación imposible. Buenos Aires: Café de las Ciudades, 2012.
MARICATO, E. Nossas cidades são bombas ecológicas. Revista Teoria e Debate. Nº 115. São Paulo: agosto/2013.
ŽIŽEK,  Slavoj. Problemas no Paraíso. In Cidades rebeldes: passe livre e as manifestações que tomaram as ruas do Brasil. São Paulo: Boitempo Editorial, 2013.

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